lunes, 1 de marzo de 2010

Un taxi para Milagros.

Milagros pasaba siempre por las veredas inoportunas, pisaba fuerte las baldosas que coincidían con los números impares (que sólo sus matematísticas nociones le permitían atribuirle a cada división del cemento) , y cantaba; claro que cantaba una canción semi alegre.
Las estrofas de su canción inacabable imploraban por un taxi, un pequeño automovil, negro y amarillo sus colores. Un automóvil con uso rentable que la llevara a una nueva ciudad velozmente , sin que ella cuenta darse pudiera. Velozmente es un circunstancial de modo entonces no pensaba en si hacerlo o no hacerlo estaba bien porque desde el momento en que le agregaba el circunstancial a su pensamiento confirmaba sus enormes ganas de escapar instantáneamente de esa parcela de desencuentros en la que se sumía todos los días de 10 a 22 , salvo los fines de semana que evitaba salir de su casa para no sentir la desolación de encontrarse con la anticuada novedad de que hay tanta gente igual a ella, igual a uno.
Por eso lo de contar baldosas , para no contar tanta gente. Para no sentirse tan insignificante.

No importa si es Peugeot , si es Fiat o Renault .
Quiero un taxi moderno que me saque de este show.

Cantaba. Y contaba. Las baldosas eran aleatoriamente el nombre de la marca que , imaginaba, portaría el taxi con un orgullo guerrero. Con porte espartano.

Cierto día frenó un taxi, pero no tenía conductor. Lo vió al pisar la baldosa de Peugeot. Era una invitación al deseo , al sueño de por fin renovar la vista. Creyó que el hecho de que fuese un maldito Renault anulaba toda posibilidad de que llegara a buen puerto , pues sino la baldosa le hubiese susurrado marca y modelo, chapa y pintura.
Dejó pasar aquel taxi y siguió cantando.

Se me escapó un Peugeot , pues dijeron Renault.
Sigo esperando el taxi que me saque de este show.

Así que esperó un próxima oportunidad que todavía busca en las pisadas y en los portes espartanos que ningún indicio claro le presentó . Libró su destino al azar del miedo de hacerse cargo de su vida. Regaló su voluntad al misticismo. Fue más fácil culpar a las malditas incoincidentes baldosas y cantos con los putos coches que siempre son de las mismas compañías cuyos modelos tanto se parecen .

Ayer la crucé vagando y cantando al compás de los ladridos de su añejado perro .

No encuentro un Peugeot, ni Fiat, ni Renault.
No hay manera algun de escaparse de Margot.

Cuánto jazz hay en su borrachita dicción. Cuánto 2 y 4.

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