domingo, 7 de febrero de 2010

Retazos de insomnio.

El humo, la tarde , las luces, el miedo a ser nosotros.
La noche se auspicia celadora y directiva, y los autos circulan como escolares en recreo. Desprenden la furia que acumularon durante la noche anterior, en la inmovilidad de un sucio estacionamiento sobreevaluado donde un sereno pretendió fingir que le importaba la propiedad privada ajena para cumplir con las 10 horas de trabajo que le exigen sus patrones.
La niña que ves no es que divague, sino que busca un nuevo motivo para reir en esta selva de automatismos y símbolos.
Tus manos, tu sed y el latir de un encuentro inevitable. Pero el tiempo delimita y abismea nuestas sombras. Puedo evocarte, hacerte una figura de cera imaginaria que probablemente vaya a quemar y consumir mi carne cuando se derrita. Acepto el dolor y te figuro entonces.
Es cuando aparece tu risa, que es la niña, la joven y la dramaturga que logra sobreimprimir esta ciudad que me agobia, regalándome una imagen infinita. Un color que ya no es gris.
Entonces reacciono que sos esa niña, que es en sí misma ese motivo para reir que tanto buscaba. No busco más y la ciudad se vuelve ante mis ojos pura superficie. Una tontera de lo palpable.
Quizá ahora logre dormir de una vez.

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