miércoles, 11 de noviembre de 2009

Al capitán del navío.


Caudal de fuerza arrolladora en un salto al vacío.
. es un crimen de otro mundo
Si habrá unión en el mundo como esa hermandad, no se dió a conocer todavía. Ellas han decidido compartir esa eterna carga y crecer juntas a la par sean las condiciones climáticas, los gobiernos, los ríos, los que sean. Han nacido así y podríamos afirmar que es una asociación innata ya que sus antepasados se relacionaban de la misma manera.
. es un grito entre fétidos vapores.
Claro que no es tan fácil como parece. La unión está vigilada por esos peones de la vialidad que les vedan la posible separación. Entre condicionamiento y naturaleza.
Lo único que las atormenta de este pesado destino es la rutina con la cual sufren. El poder predecir el dolor lo maximiza, lo engrandece, la representación solo se satisface con el acto para inmediatamente después volverse ardor, quejido, deseo.
La máquina hace tiempo que no perdona. Es dama entrada en años.
. es lo que sos la risa, el aventón, el desastre como contratapa.
Sus tiempos son inflexibles, en el mundo moderno ya no vacilamos. (la acció es).
Anda siempre apurada por sus células inquietas que buscan mezclarse, duplicarse, mejorarse, contradecirse y morirse más velozmente. No mira atrás. Su tortícolis jamás se lo permitió. Solo queda avanzar, como siempre. Buscará darle al día hoy un motivo, un tópico. Con esa consigna marcha. Corre.
Ellas también siguen allí congeladas, esperando que nunca jamás haya pasado, que la carga hoy sea un poco menos pesada, que frene el mundo, que ellas tuviesen garras doradas con que romper ese avance indefectible, desgarrador, completamente en horario. Bestial e injustamente definitivo.
. es lo que me grita el suelo en el que dormiste. La certeza de un merecido reencuentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario