lunes, 9 de noviembre de 2009

El pan y la sangre.


Las hojas siguen goteando.


No hace mucho la estocada final selló el destino del noble desobediente. Torpe empedernido.


Esa hoguera también arde todavía, es metatemporal, infinita; no habrá obra ni verbo capaz de apagarla, ni siquiera el suyo.


Seguiremos muriendo en esa vacilación, ese desperdicio conectivo, mientras no adoptemos la parsimonia salvaje, su eterno disfrute, su conversación frecuente.


Sobran carteros que buscarán , y doblegarán sus demonios (aunque solo en público) para así ser los portavoces. Pero el texto es encriptado y la traducción exclusiva para el aunténtico valiente bonaparte.


Deberán, primero, caer los estantes putrefactos, detractores de luz.


Descreed. A menudo llueve sangre de aquellos altares.


3/11/09 Quito

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